domingo, 11 de julio de 2010

Me gustaría.

Me gustaría poder mirarte. Levantarme de mi silla y saber que estás a mi lado. me gustaría poder besarte, acariciarte el cabello y pedirte que no te alejes esta noche.

Me gustaría poder sonreírte, que creas en mi y decidas establecer tu guarida de amor a mi lado.

Me gustaría.

Me gustaría tanto besarte, estar a tu lado y convencerte. Me guataría escucharte, recostarme en la cama y dejar que tus ojos adormezcan mi corazón hasta llegar a dormir.

Me gustaría tenerte a mi lado, que no te vayas y construir este camino juntos.

Me gustaría tanto, que acá te espero y quisiera que ya se cumpla este sueño.

martes, 6 de julio de 2010

Observando debajo de una hoja seca

Las hojas secas no son iguales. Hay hojas en todas partes del mundo y las de este parque no tienen la misma forma que la de los otros parques. Cada una cumple con destino y con un estátus.

Esconderse debajo de una hoja seca requiere una preparación acorde del tiempo.

Si es verano, el cuerpo deberá ser propenso a los contorsionismos y los movimientos facilmente articulables, por lo que la pierna encajará - casi de forma perfecta - en el hombro y la cabeza se esconderá por el pecho.

La hoja seca, como un manto con multiples raices internas, se encargará de cubrir aquellos intentos por mantenerse debajo de ella.

Si es invierno, en cambio, el frío y el rocío de lluvia del jardín impedirán un poco la tarea, haràn tiritar por breves lapsos de tiempo, pero al final siempre se cumple con la meta.

Aunque volver al estado original después de ensamblarse tanto trae de por si retorsijones o algún estiramiento pocas veces recuperable.

Estar debajo de una hoja seca es un trabajo de años.

Pero la recompensa perpetuará las conversaciones y los recuerdos con matices mártires de aquellos que, creyendo en tentativa, lo pudieron lograr.

Vivo rodeado de muñecos.

Vivo rodeado de muñecos; muñecos pequeños, de guerra, muñecos antiguos y rescatados de cajas enmohecidas. Vivo rodeado de muñecos; muñecos insalbables, lavados, sin brazos, algunos sin piernas, otros, a fuerza del destino, recostados en una esquina, lejos de mi vista, pero presentes, sin claudicar aún.

Vivo rodeado de muñecos; muñecos tristes, muñecos con alguna pinta en el cuerpo, con los cabellos despintados y articulaciones de plástico casi inserbibles.

Vivo rodeado de muñecos; los que use de pequeño, los que me acompañaron en largas tardes y noches de incansable imaginación y que saben más de mi que yo mismo.

Vivo rodeado de ellos, que me observan, que me acompañan, esos, que no mencionan palabra pero estan presentes, que intuyen que nunca los dejaré y que aunque decida salir de viaje o aterrizar en otras distancias, siempre los tendré presentes y sabré darles su espacio.

Vivo rodeado de muñecos, los perfectos, los imperfectos, los zagaces, con los que vencí en batallas, con los que me sentí abergonzado, esos que me permitieron decir más cosas de las que tenía en mente.

Vivo rodeado de muñecos; y aunque pase el tiempo y los años se lleven la experiencia impreganada en cada uno de esos silentes personajes, ellos están ahí, y mantienen sus largas tardes de tertulia cuando están solos.

Y cuando yo me despierto siempre me observan deseandome los buenos días.