jueves, 27 de diciembre de 2007

Vale la pena caminar...

4 p.m. Aburrimiento, cuerpo tendido en la cama y ganas de hacer algo pero sin saber que. Muchas llamadas, nadie puede salir hoy. Que si no es la mamá que llegó de viaje es la amiga. Aburrimiento. Ganas de hacer algo. Me levanto. Aún se filtra algo de luz por las cortinas oscuras de mi cuarto. El atardecer llegando a verano tiene las tonalidades de una mañana cualquiera. Me alegró saber que iríamos un grupo grande a pasar año nuevo en la playa. Algo así como los viejos tiempos. Yo feliz, eso necesitaba, como estas vacaciones. Pero claro, la semana de “vaca” se disfruta cuando uno no tiene nada que hacer pero si a la vez. No todo puede ser estar echado en la cama. Eso también cansa. Por lo menos a mí, que me gusta caminar, conocer gente, hacer algo. No soy como algunos que vivirían sin hacer nada. Confieso que cuando estoy trabajando quisiera no hacer nada y menos pensar en que hay trabajo. En ese caso sólo espero no hacer nada y ansío las vacaciones. Pero ahora que las tengo, como quisiera ser productivo. Salgo de mi cuarto. Mi hermanito espera ansioso a que me vaya para jugar en el play station. Aparato al que de por si no le encuentro sentido más que para jugar algunos torneos de tennis o para el box, por lo demás, no me sirve.

Veo las calles, los niños juegan y los pocos como yo deben estar haciendo algo. Por estas fechas navideñas muchos salen de vacaciones y viajan. Escribir. Claro, ese fue el consejo de una amiga, es decir de varios amigos. Y por supuesto, ya me sentía cansado que me hayan encasillado tanto con esto de la lectura que a fin de año me regalaron un par de libros en el juego del amigo secreto. Me gusta leer, pero tengo miles de libros pendientes, y juro que en verano quiero un par de buenos polos y unas sandalias, nada más.

Ahora tengo más tiempo para escribir. Pero en verdad no se me ocurre nada desde que veo puros avisos en mi trabajo y me concentré en la publicidad. Definitivamente dos áreas diferentes, contrarias a mil aunque digan que no. Quiero distraerme, gastar parte del poco dinero que me queda. Fue una semana de borrachera, diversión y muchas imágenes. Algo así como los que deciden vivir su vida. En el amor, eso ni conversarlo. No me fue tan bien desde hace unos años, una racha que no se la recomiendo a nadie. Primero una “bi” y luego una “mi”, yo me entiendo, mejor que nadie más lo haga. Pero este año me prometí que sí o sí alguien buena llegará a mi vida y la aceptaré. No he pensado que todas son malas porque en verdad creo que existe alguien que no me saldrá con fallas, por lo menos de esas extremas. A ella estoy decidido a amarla.

Me despido de mi madre que está en la mesa del comedor y salgo a la calle. ¿Que rumbo tomaré?, no sé. Pienso en buscar a una amiga, toco el timbre pero duerme. Esto de caminar por caminar es un arma de doble filo, o te aburre al máximo o te da muchas sorpresas. La verdad es que hace varios meses no tengo la inspiración para escribir una historia sea cual sea, fue como que todos mis conocimientos de escribir cuentos, poesías y más se me borraron desde que baje de la nube y decidí vivir como un ser civilizado. Fue despertar a otra realidad, eventos sociales, mujeres “fashion”, lentes, pantalones, casacas de moda, en fin, ¡bájenme de esta realidad por Dios! Clame a gritos, pero luego como que fui siendo absorbido. Felizmente algo que no hago en mis vacaciones es hablar de trabajo, por lo que mejor vuelvo a disfrutar las calles. Un vigilante me vio. Y fue como que intentó averiguar que hacía un foráneo como yo por ese barrio. Hay miradas que a uno lo espantan. Con otra actitud no hubiese hecho caso, pero como no sabía por donde ir, era tarde y me sentía invadiendo espacios ajenos, fui por otro rumbo hasta llegar a la avenida Arequipa. Avancé mirando el paisaje de autos y el olor a gasolina mezclado con aire natural hasta llegar al parque donde me vinieron las ganas de treparme a uno de esos buses que te pasea por todo el distrito.

- Son 10 soles señor.
- ¿10 soles? – pero si yo vivo acá y es sólo 5 soles
- Su D.N.I.
- No lo traje.
- Entonces son 10 soles.

Que tortura es no saber que hacer y tener que pagar para que alguien haga la vida por ti. Me conozco completo mi distrito pero para no aburrirme me congelé en la parte superior de uno de estos buses donde la guía explicaba el recorrido y los distintos lugares por donde íbamos pasando. Quedé callado, todos los asientos estaban llenos pero justo el mío tenía al costado un asiento vacío. Pensé en que el amor este 2007 fue una tortura y se acaba así también. Pero el 2008, prometo que todo cambiará.
Mi celular sonó. Era Elsie. Estaba recién levantándose.

- Hola amigo, que haces.
- En el Mirabus.
- Y porque no me avisaste.
- Porque pase por tu casa y dormías.
- Mmm…oye voy para allá, en cuanto rato regresas.
- Una hora.
- Ya, nos vemos.

Colgué y me sentí por un instante acompañado. Una voz femenina llena muchos espacios cuando uno no tiene un amor a su lado. Me sentí más calmado y seguí en el paseo. Un viento brutal, todos en casaca y yo con bermudas y sandalias. Una hora de tortura, y mientras la gente tomaba fotos yo tiritaba de frío. Pronto, en el camino recibo un mensaje en el celular: “hoy conocerás a la chica que se casará contigo”, me lo mandó Elsie. Yo me alegré. Ella sabe de mis desilusiones en este campo y confío en sus buenos deseos. Sonreí un instante hasta que todo terminó, luego baje del bus y me volvió a llamar.

- ¿Donde estás?
- En el parque de miraflores
- Yo estoy en la MA…queda cerca.
- Ok voy.

Ya no podía más con el frío y cruce la pista temblando. Necesitaba un café urgente y sentarme en un lugar caliente. De pronto veo la puerta de aquel local y decido entrar, había poca gente y la encuentro a Elsie mirando libros con las piernas cruzadas en un sillón de colores. Nos vemos, nos abrazamos y quedamos juntos.

- Estoy que llamo a tu futura esposa y nada.
- Pero ¿quien es?
- La chica que te dije que te gustaría, son tal para cual
- Pero si no la conozco
- Ya lo harás. Pero que pena que no conteste.

Intentó comunicarse con ella por veinte minutos más pero resultó imposible. Y aunque intentó e intentó mil veces más, mandándole mensajes, yo quedé allí, tranquilo, porque frente a mí, una preciosa chica trigueña se me acercaba y preguntó:

- ¿Te sirvo algo?
- Que tienes
- Café

Elsie estaba tomando uno, me vio y dijo:

- Pídele
- Bueno quiero un capuchino
- ¿Con crema?
- No, así nomás.

La bella mujer, sonrisa de ángel, delgada como una poesía, fue a la cocina y poco después llegó haciendo equilibrio con una taza tan armónica como una coca cola encima de una bandeja.

- Te ayudo – le dije. Ella me sonrió y se dejó ayudar - ¿y viene con azúcar?.
- No, le tienes que echar
- Y como se hace… - quedó sin saber que responder - no mentirá, eso si sé.

Ella sonrió.

- No seas coqueto – me dijo Elsie – quieres que te presente a tu futura esposa y coqueteas a otra.
- Es que es preciosa.
- Y tú le gustas – me dijo – se le ve en la cara.

No podía creerlo. La bella trigueña cruzaba frente a mí, atendiendo otras mesas, pero cada cierto tiempo cruzaba miradas conmigo. Me sentí contento, lleno de vida, como en aquellas épocas en que tenía ilusiones y vivía por ellas. Hace tiempo que se habían esfumado, y sentirme así me llevó a mis primeros años cuando escribía lo que me pasaba y me sentía tan bien utilizando la literatura como medio de expresión de los sentimientos más sublimes. Quise agradecerle a Elsie el llevarme allí, quise agradecer mis vacaciones por darme este tiempo para poder hacer lo que me daba la gana, y quise agradecer a la mesera, de la cual nunca supe el nombre, porque mis agallas no llegaron a tanto, sólo a darle una buena propina y a disfrutar de su sonrisa, de su presencia, y creer que el amor puede renacer, y porque no, puedo enamorarme otra vez como antes.

Elsie nunca consiguió comunicarse con la que decía era mi futura esposa, pero, aunque no lo pensó, si logró que me comunique por un instante con la ilusión de estar enamorado. Al poco rato llego un amigo de ella con dos tomos grandes de libros de historia que quería cambiarlo por los que estaban de adorno y yo me despedí. La chica que atendía me sonrió y yo retorne el camino a mi casa, ya era de noche 8 p.m. Llegando, tendría mucho tiempo para pensar como escribir esta historia y agradecer mucho estas vacaciones que me ofrecían el tiempo para poder regresar a ese local mil veces más.

Y claro, viéndolo así, claro que valió la pena salir a caminar.